Epitafio
breve
Quién se
atrevió a echarme esta losa encima?
A quién di
permiso para que me muriera?
No estoy en
absoluto de acuerdo.
Me revelo
contra estas circunstancias inesperadas.
Aunque bien
las prefiero,
no me imagino
antes llorando mi propia muerte.
Solo con
figurarlo se me erizan todos los vellos.
Y la verdad:
Si algo tengo
ganado,
al estar aquí
tumbada,
inmóvil,
congelada,
y
petrificada,
es que he
vivido
a cuerpo de
reina.
Nada me ha
faltado.
De todo saqué
puñado.
No pude.
Ni puedo.
Y a la vista
de estas paredes nogales,
No podré;
agradecer la
condición humana
de aquellos
de mis congéneres
que
anduvieron conmigo tostados,
e impregnados
de los mejores fluidos,
sin fallar a
mis básicos principios
de cuidarme y
respetarme al máximo
con las
mejores calidades.
Así que desde
este cajón finito,
donde
permaneceré como un topo,
elevo y
anhelo que alguno o alguna
de los que
bebieron conmigo,
recupere de
nuestras pláticas,
el antojo
para mi breve epitafio.
Que las
brumas del estar doblado
no les haya perjudicado
el recuerdo
y la esbeltez
de sus mentes,
“Emelyn, aquí
yace discrepante aunque empapada”