viernes, 31 de mayo de 2013

Breve epitafio




 Epitafio breve

Quién se atrevió a echarme esta losa encima?
A quién di permiso para que me muriera?

No estoy en absoluto de acuerdo.
Me revelo contra estas circunstancias inesperadas.

Aunque bien las prefiero,
no me imagino antes llorando mi propia muerte.
Solo con figurarlo se me erizan todos los vellos.

Y la verdad:
Si algo tengo ganado,
al estar aquí tumbada,
inmóvil,
congelada,
y
petrificada,
es que he vivido
a cuerpo de reina.
Nada me ha faltado.
De todo saqué puñado.

No pude.
Ni puedo.
Y a la vista de estas paredes nogales,
No podré;
agradecer la condición humana
de aquellos de mis congéneres
que anduvieron conmigo tostados,
e impregnados de los mejores fluidos,
sin fallar a mis básicos principios
de cuidarme y respetarme al máximo
con las mejores calidades.

Así que desde este cajón finito,
donde permaneceré como un topo,
elevo y anhelo que alguno o alguna
de los que bebieron conmigo,
recupere de nuestras pláticas,
el antojo para mi breve epitafio.

Que las brumas del estar doblado
no les haya perjudicado el recuerdo
y la esbeltez de sus mentes,

“Emelyn, aquí yace discrepante aunque empapada”

lunes, 20 de mayo de 2013

las lágrimas me saben a ti



Las lágrimas me saben a ti,
a las noches eternas
de vacíos y abandono.

Las lágrimas me saben a ti,
al andar
me duelen los pasos.

La lágrimas me saben a ti
como en tu silencio
se hunde mi grito.

Las lágrimas
se precipitan por mis mejillas
aunque en estos labios que son tuyos
encuentran su refugio.

miércoles, 8 de mayo de 2013

El día que acabó la crisis (Juan José Millás)
Un buen día del año 2014 nos despertaremos y nos anunciarán que la crisis
ha terminado. Correrán ríos de tinta escritos con nuestros dolores,
celebrarán el fin de la pesadilla, nos harán creer que ha pasado el peligro
aunque nos advertirán de que todavía hay síntomas de debilidad y que hay
que ser muy prudentes para evitar recaídas.

Conseguirán que respiremos aliviados, que celebremos el acontecimiento, que
depongamos la actitud crítica contra los poderes y nos prometerán que, poco
a poco, volverá la tranquilidad a nuestras vidas.

Un buen día del año 2014, la crisis habrá terminado oficialmente y se nos
quedará cara de bobos agradecidos, nos reprocharán nuestra desconfianza,
darán por buenas las políticas de ajuste y volverán a dar cuerda al
carrusel de la economía. Por supuesto, la crisis ecológica, la crisis del
reparto desigual, la crisis de la imposibilidad de crecimiento infinito
permanecerá intacta pero esa amenaza nunca ha sido publicada ni difundida y
los que de verdad dominan el mundo habrán puesto punto final a esta crisis
estafa —mitad realidad, mitad ficción—, cuyo origen es difícil de descifrar
pero cuyos objetivos han sido claros y contundentes: hacernos retroceder 30
años en derechos y en salarios.

Un buen día del año 2014, cuando los salarios se hayan abaratado hasta
límites tercermundistas; cuando el trabajo sea tan barato que deje de ser
el factor determinante del producto; cuando hayan arrodillado a todas las
profesiones para que sus saberes quepan en una nómina escuálida; cuando
hayan amaestrado a la juventud en el arte de trabajar casi gratis; cuando
dispongan de una reserva de millones de personas paradas dispuestas a ser
polivalentes, desplazables y amoldables con tal de huir del infierno de la
desesperación, entonces la crisis habrá terminado.

Un buen día del año 2014, cuando los alumnos se hacinen en las aulas y se
haya conseguido expulsar del sistema educativo a un 30% de los estudiantes
sin dejar rastro visible de la hazaña; cuando la salud se compre y no se
ofrezca; cuando nuestro estado de salud se parezca al de nuestra cuenta
bancaria; cuando nos cobren por cada servicio, por cada derecho, por cada
prestación; cuando las pensiones sean tardías y rácanas, cuando nos
convenzan de que necesitamos seguros privados para garantizar nuestras
vidas, entonces se habrá acabado la crisis.

Un buen día del año 2014, cuando hayan conseguido una nivelación a la baja
de toda la estructura social y todos —excepto la cúpula puesta
cuidadosamente a salvo en cada sector—, pisemos los charcos de la escasez o
sintamos el aliento del miedo en nuestra espalda; cuando nos hayamos
cansado de confrontarnos unos con otros y se hayan roto todos los puentes
de la solidaridad, entonces nos anunciarán que la crisis ha terminado.

Nunca en tan poco tiempo se habrá conseguido tanto. Tan solo cinco años le
han bastado para reducir a cenizas derechos que tardaron siglos en
conquistarse y extenderse. Una devastación tan brutal del paisaje social
solo se había conseguido en Europa a través de la guerra. Aunque, bien
pensado, también en este caso ha sido el enemigo el que ha dictado las
normas, la duración de los combates, la estrategia a seguir y las
condiciones del armisticio.

Por eso, no solo me preocupa cuándo saldremos de la crisis, sino cómo
saldremos de ella. Su gran triunfo será no sólo hacernos más pobres y
desiguales, sino también más cobardes y resignados ya que sin estos últimos
ingredientes el terreno que tan fácilmente han ganado entraría nuevamente
en disputa.

De momento han dado marcha atrás al reloj de la historia y le han ganado 30
años a sus intereses. Ahora quedan los últimos retoques al nuevo marco
social: un poco más de privatizaciones por aquí, un poco menos de gasto
público por allá y voilà: su obra estará concluida.
Cuando el calendario marque cualquier día del año 2014, pero nuestras vidas
hayan retrocedido hasta finales de los años setenta, decretarán el fin de
la crisis y escucharemos por la radio las últimas condiciones de nuestra
rendición.